Hoy, Señor...
te doy gracias por este mar
que contemplo,
que te ensalza;
por sus aguas a veces tranquilas,
a veces en bravo oleaje.
Aguas que me bañan,
me alientan a no cesar,
a navegar,
a llegar a los confines de las mareas
donde tu me aguardas,
a lo profundo
donde me esperas,
libre, despojada,
audaz y débil ante ti.
Gracias, Señor...
porque te encuentro
en todo lo que Tú creas y recreas.
¡Oh mar! de grises, de azules,
mar de corales ocultos
que, a la luz del sol,
en esperanza reverberas.
Mar de niñez, de juventud,
de renacer.
Cielo que en el mar te reflejas
inagotable
en mi alma navegas
incansable,
en singladura infinita.